lunes, 25 de agosto de 2014

En las paredes...

Ellos no saben o no desean saberlo.
Vivo en las paredes, en los rincones oscuros y olvidados.
Hago de la negrura mi ropaje y mi música son los suspiros y lamentos.

Y espero. Siempre espero...

Me alimento de vuestras tristezas y siempre ansío más, mi hambre es eterno.
No me ven pero me sienten, no me escuchan pero me perciben.
Dentro de sus corazones.
En las paredes, no me ves?

En las paredes...

Soy negro, hecho de oscuridad opaca y os acecho, pues vosotros me alimentáis, sois mi sustento.
No sé desde cuando existo pues el dolor es eterno pero si sé que siempre estoy observándoos mientras me relamo y sonrío

Necesito apoderarme de vuestros miedos y tristezas.
Soy terror en las tinieblas.

Aquí estoy, no me ves?
En los rincones, en las sombras.
Detrás de tu puerta, bajo tu cama.

En el silencio...
Desde siempre.

Aquí, mírame.
Te estoy viendo y tú no me ves...

En las paredes!

Geografía de dos

La bóveda estrellada de mis pupilas se abate sobre las suaves colinas que dibujan tu cuerpo.
Tu voz susurrante me estremece como viento del este que agita mis temblorosos dedos.
Después, silencio.
Y sólo el rumor de besos bajo las blancas sábanas cómplices de este instante pasajero.
Tu boca, mi boca unidas por un secreto.
Intercambiándose promesas y deteniéndose en el tiempo.
Unidos por los cuatro puntos cardinales y la rosa de los vientos.
Norte, Sur, Este y Oeste de este cuerpo mío que se pierde en puro deseo.
Y de golpe, el punto cumbre, explosiones de placer, maremotos, terremotos y volcanes.
Lava ardiendo y roca fundida en la geografía de nosotros, los dos, abrazados en un instante eterno.

Y al final, la calma, unos últimos suspiros tibios, nuestros deseo apaciguado y nuestro amor satisfecho.


Sensaciones

Desde mi ventana, un generoso trozo de cielo me contempla.
La desportillada azotea de un edificio cercano y antiguo se muestra.
A lo lejos un pedacito de mar y la Barceloneta. 
Suena el graznido hueco de una gaviota y la suave brisa entra pausadamente y hace suspirar las blancas cortinas de mi balcón.
Cierro los ojos y permito que el murmullo cálido del exterior me envuelva. 
Me descalzo y apoyo los pies desnudos sobre el frío suelo.
Silencio... 
Y mi corazón se aquieta. 

Placeres de un verano que se ha ido como un soplo.
Ojalá la memoria nos conserve luz para recordarlos y la ilusión de que, dentro de un año, volverán otra vez....